La vergüenza que mata

El cáncer de próstata tiene como aliado el temor de muchos hombres en acudir al médico para realizar el examen, esencial para evitar una de las enfermedades más letales en la actualidad. El precio pagado por la vergüenza puede ser alto.

La próstata es una glándula de 2,5 centímetros de diámetro responsable por la secreción de líquido que sirve de vehículo a los espermatozoides. Los exámenes preventivos son imprescindibles, pero descubrimientos recientes de la oncología muestran que, con el control de algunos de los factores de riesgo de la enfermedad, es posible retardar el surgimiento de un tumor.

En los Estados Unidos, el cáncer de próstata mata un hombre cada catorce minutos. Una dieta rica en fibras es de grande valía en la prevención. El consumo moderado de carne roja, leche y derivados ayuda a reducir las posibilidades de contraer cáncer. Simple medida, no fácil, que puede alejar una de las mayores pesadillas masculinas – el tumor de próstata, segundo en la lista de los más frecuentes y el tercero de los más letales entre gran parte de los sudamericanos.

El factor hereditario cuenta bastante. El peligro se duplica en hijos y hermanos de las víctimas del mal. Las estadísticas se vuelven aun más dramáticas si también el abuelo o un tío sufrieron o sufren de neoplasia. Los riesgos, aquí, son cinco veces mayores.

Lo que torna al cáncer de próstata aun más devastador es la ausencia de síntomas. Va creciendo en forma bastante lenta y cerca del 80% de los tumores no se manifiestan clínicamente. En los 20% restantes, una de las señales más frecuentes es la dificultad para orinar. A cada dos años, el nódulo maligno duplica su tamaño. Cuando pasa los límites, se esparce con rapidez y en la mayoría de los casos es incurable.

Cuando el tumor es detectado en su fase inicial, las posibilidades de cura van de un 70% a un 90%. Eso sólo es posible con exámenes periódicos, lo cual es indispensable y debe ser hecho a partir de los 40 años para quien tiene antecedentes familiares. Para los otros, bastan exámenes anuales después de los 50. En los últimos años, un nuevo examen se incorpora a la rutina de prevención del cáncer de próstata: la dosis de PSA, una proteína producida por  la glándula. Con el análisis de sus concentraciones en la sangre, es posible detectar tumores microscópicos evitándose el molestoso toque rectal.

A pesar de los avances en las técnicas quirúrgicas – hoy más precisas y menos invasivas – siempre hay riesgo de secuelas. Entre los 50 y 55 años, 40% de los pacientes sometidos a la cirugía de extirpación de la próstata, sufren de algún grado de impotencia sexual. Por encima  de los 65, la cifra es mayor del 80%. Por eso, deje la vergüenza en el momento de realizar los exámenes de prevención, y piense dos veces antes de repetir el churrasco del fin de semana.

 

Lidio Vargas Riquelme
Magíster en Salud Pública