De norte a sur, de este a oeste, desde Puerto Iguazú hasta Tierra del Fuego uno de los asuntos que más preocupa a los que habitamos este país es el fenómeno dólar. ¡Cómo no nos habría de interesar aquello que afecta nuestro bolsillo y nuestra mesa y por ende nuestra economía! Hasta los colonos que poco o nada conocen de la moneda americana buscan explicaciones a la situación actual. Colores y nombres de fantasía se le atribuye a la unidad monetaria: “Dólar blue”, “arbolitos”.
Un clima de expectativa e incertidumbre se palpa en el aire. ¿Adónde iremos a parar si no toman las medidas pertinentes aquellos que dicen tener “el toro por las astas”? Pronunciamientos diversos de distintos sectores se escuchan a diario como propuestas correctivas a los problemas financieros que aquejan al país. Pero, como no está en nuestras manos la toma de decisiones, ¿qué podemos hacer?
Algunas sugerencias que pueden ser útiles: (1) Busquemos equilibrar los gastos mensuales con nuestros ingresos. (2) Hagamos uso del infalible recurso del ahorro, recordando que el que menos posee, tiene mayor obligación de tener alguna reserva ante el dilema del futuro. (3) Tengamos cuidado con las “facilidades” que nos ofrecen para vendernos lo que no necesitamos y pongamos límites a la tarjeta de crédito y a los cheques con fecha adelantada. (4) Tratemos de tener una reserva en dólares, si tenemos con qué comprarlos y encontramos quien los venda.
Si nada de esto funciona, las viejas y siempre nuevas palabras inspiradas pueden sernos de ayuda: “Y claro está que la religión es una fuente de gran riqueza, pero sólo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo y, sin duda, nada podremos llevarnos. Así que, si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos”. I Timoteo 6:6-8.
Después de todo, “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.
Lidio Vargas Riquelme
Magister en Salud Pública