De la euforia a la realidad

“Crece la inseguridad”. “El deseo de que policías y militares devuelvan la tranquilidad ciudadana sigue en el limbo”. “Py´a guapy no frena violencia”. Estos son algunos de los titulares de los diarios de publicación reciente que contrastan radicalmente con las promesas electorales hechas por el primer mandatario cuando aún no lo era.

Con cierta preocupación acompañábamos la euforia de la población en los días previos al 15 de agosto. Muchos creían que todos los males del país desaparecerían como por arte de magia con la asunción del nuevo gobernante. En la medida que nos alejamos de la fecha mencionada la euforia va cediendo paso a la cruda realidad. El índice de criminalidad y hechos delictivos se mantienen inalterables y estupefactos somos espectadores de los más violentos actos de facinerosos insensibles que roban, matan y secuestran sin escrúpulo alguno.

O el actual huésped del palacio de López usó la promesa de ofrecernos más seguridad como simple eslogan de campaña o no se  interiorizó previamente del problema en su dimensión  real. Tal vez pensaba que apostando más oficiales policiales en las calles todo se solucionaría. Por las dudas, quedaba el recurso de las Fuerzas Armadas con quienes todo volvería a la calma.

La violencia es un problema social de intensidad in cresccendo de origen sumamente complicado. Variables de todo tipo intervienen en el origen de este mal. Si dependiese de hombres y armas, Irak sería el lugar más tranquilo para vivir hoy. Ciento cuarenta mil soldados estadounidenses se encuentran actualmente en territorio irakí, con un presupuesto de casi cuatro mil millones de dólares mensuales que el gobierno de Bush apuesta para obtener los ya consabidos resultados.

Pretender solucionar el intrincado problema de la violencia con simples medidas políticas es pecar de ilusos. En 1998, la ONU propuso en una asamblea general sobre drogas que para el 2008 el mundo se vería libre de ese problema. En el primer balance se constató que el consumo aumentó, reconociendo que ese tipo de propuesta es un delirio completamente irreal, como el de “Corrupción Cero”.

Tanto la violencia como la corrupción son una condición inherente en el ser humano que no se pueden solucionar con medidas restrictivas. Un rápido recorrido por todos los países del mundo nos muestra la dimensión del flagelo y de las tentativas de fracaso por erradicarlas. La maldad del hombre no es de origen político sino espiritual y la solución debe buscarse en esa dirección. Todavía retumba dentro de mis oídos el concepto vertido por algunos parlamentarios el año pasado de que las cuestiones espirituales no tienen cabida dentro del parlamento.

No cerremos los ojos. Este tipo de problemas irá en aumento mientras no queramos reconocer que la solución debe partir de dentro para afuera y nunca de afuera para adentro.

 

Lidio Vargas Riquelme
Magíster en Salud Pública

 

Publicado en el desaparecido “Diario Noticias”, Asunción – Paraguay (Cuando asumiera de presidente de la república Nicanor Duarte Frutos)