Ausencia en la presencia

En la actualidad, miles de madres acumulan los servicios del hogar con un trabajo fuera de casa. Esto les quita un mínimo de veinte horas semanales que antes eran empleadas en cuidar a sus hijos. Los matrimonios antiguos tenían como promedio cinco hijos, los de hoy tienen sólo dos. Así como disminuye el número de hijos, tiende a disminuir el tiempo pasado con ellos. Los momentos que madre e hijo pasan debajo del mismo techo, en los hogares modernos llega a dos horas diarias. Hace tres décadas el tiempo de convivencia era en torno a diez horas.

Tiempo para los hijos se está volviendo cada vez más, un artículo de lujo. Esto termina por crear en los padres un tipo de remordimiento. Buscando aplacar la culpa se ensayan justificativos como: "Si el sueldo de tu papá fuese mejor, mamá podría quedarse en casa". "Mamá va a salir un ratito, pero ya vuelve enseguida". "Cuando papá vuelve del trabajo, va a jugar contigo".

Al volver del trabajo, los padres deben considerar placentero el pasar algún tiempo con sus hijos. Deben negarse alguna satisfacción propia de sus momentos de ocio para simpatizar con ellos en sus pequeñas dificultades y acercarlos a su corazón. Brindarle un abrazo cariñoso a un niño requiere de cuatro a cinco segundos de los 86.400 que tiene el día. El alejamiento de los hijos de sus padres en la adolescencia será menor cuando mayor sea el acercamiento que exista de padres a hijos en la etapa previa de la vida.

La relación entre la ausencia de los padres y la delincuencia es una cuestión que está presente en numerosos trabajos de investigación. Esta asociación estadística es más significativa de la que vincula el hecho de fumar con el cáncer de pulmón. La variable no aparece cuando la falta de un progenitor se produce por causa de muerte.

La dolorosa ausencia materna y paterna que provoca una sensación de abandono, no es solamente la ausencia física. Más grave que la ausencia física es la ausencia en la presencia. Padres que llegan tarde a casa y se sumergen frente a la pantalla del televisor o de la computadora. Progenitores que se enchufan al mundo virtual por medio de sofisticados sistemas de comunicación como el celular, el Facebook o el Internet, pero que no tienen tiempo ni voluntad para ofrecer unos pocos momentos de atención a aquellos que forman parte de su vida y viven pendientes de ellos. El niño capta así un mensaje de dejadez y desidia. Hijos huérfanos de padres vivos, desorientados se revelan contra el principio de autoridad, fenómeno que se traslada del hogar a la escuela, a la iglesia y la sociedad en general.

Los niños requieren de atención indivisa y de padres sintonizados en la misma frecuencia, necesitan de tiempo exclusivo para ellos, desprovistos del estrés laboral, para acercarse, para escuchar, conversar, regalonear y disfrutar el uno del otro, y sentirse parte de la familia.

Sólo tiempo como tal no es suficiente ni garantiza una mejor relación. Hay madres que pasan más del doble del tiempo con sus hijos que las mujeres que trabajan fuera, pero sus pimpollos no son mejores que los hijos de éstas. No sólo es necesario que papá y mamá estén en casa en forma física, sino que lo estén: en cuerpo, alma y corazón. Calidad de tiempo dedicado a los niños se entiende por “estar” pendientes de sus necesidades buscando satisfacerlas. Para lograr calidad de tiempo hay que darse tiempo.

Dejemos las preocupaciones de adultos fuera de casa y brindemos a nuestros niños lo más precioso de nuestro tiempo para que nuestro hogar sea un verdadero paraíso donde los pequeños se sientan grandes y los grandes pequeños.

 

Lidio Vargas Riquelme
Magister en Salud Pública