Por culpa de la policía

A diario, vemos u oímos cosas y casos alarmantes que nos dejan con los pelos de punta. Escuchamos reclamos de todo tipo y buscamos a quienes culpar. Desde distintos sectores de la sociedad se ensayan soluciones y se pronuncian epítetos de todos los calibres contra la Policía: Si reina la zozobra en las calles, si impera el vandalismo apenas el sol se esconde, si aumenta el índice de robos y criminalidad,  todo es “por culpa de la policía”. Suponemos que la policía debería estar en todo lugar donde acontece un ilícito, que debería reprimir cualquier acto delictivo cometido contra algún ciudadano y lo que es más, pretendemos que estos cuidadores del orden público cumplan responsabilidades que no le competen.

Si nuestros hijos andan por la calle hasta altas horas de la noche creando disturbios a los pocos transeúntes que deambulan por la vía pública, la culpa la tiene “la policía”. Si una familia que no confió en la solvencia de nuestros bancos, guarda sus ahorros debajo del colchón y es sorprendida por los cacos, la culpa también la tienen ese grupo de personas.

Ante estos hechos que ya son cotidianos y todo “por culpa de la policía”, cabe una reflexión: ¿Hasta qué punto se puede culpar a la policía por lo que sucede a plena luz del día o en la oscuridad? ¿Responsabilidad de quien es educar a nuestros jóvenes para que no entorpezcan el caminar de los paseantes nocturnos? ¿Qué pretendemos que la policía haga para evitar la incipiente delincuencia infanto-juvenil? ¿Qué deberían hacer los uniformados para  aplacar las cada vez más violentas barras bravas en nuestros estadios de deportes?

En nuestro país se ha  generalizado el mal de pasarle el bulto al otro. Tal vez como el avestruz ocultamos la cabeza para no ver el peligro. Poco provecho trae la técnica de esconder la basura debajo de la alfombra. Porque la solución no está mucho más lejos de nuestras propias narices.

¿Cómo será si los padres asumiéramos un rol más protagónico en la educación de nuestros hijos, recuperando aquellos valores perdidos que tanto nos hacen falta? Tal vez la reforma del estado comience por casa.  

¿Qué tal si dejamos por un tiempo, tranquila a la policía y nos preocupamos por encontrar otras alternativas de solución a los acuciantes problemas de nuestra sociedad? Es bueno recordar que la familia es la base de la misma.

 

Lidio Vargas Riquelme

Magister en Salud Pública